Déjame Entrar, el drama y el
silencio
Sinopsis
Parte
de la reseña está sacada de aquí:
Oskar
vive en Estocolmo y sufre malos tratos por parte de unos compañeros de colegio.
Es un chico retraído que secretamente sueña con vengarse y se refugia en
morbosas y solitarias aficiones hasta que un día conoce a Eli, una extraña
chica con la que entabla una curiosa amistad, de la que nace una mutua
confianza por afrontar el día a día. Sin embargo, unos misteriosos asesinatos
comienzan a sucederse en los alrededores y el miedo comienza a enrarecer la insípida
vida de la ciudad.
Cartel original Cartel de Jeanbomn
Comentario
Dirigida
por Tomas Alfredson, la película fue galardonada con
diversos premios, entre ellos el de mejor guión adaptado del Festival Cinematográfico
de Tribeca (2008), también el mismo año el Méliès de Oro de la Federación de
Festivales de Cine Fantástico Europeo a la mejor película fantástica, o el
premio de la crítica Rotten Tomatoes. Ello es debido a la belleza plástica del
film, que parece querer continuar la tradición del mejor cine sueco, pero
también al magnífico papel realizado por los dos chicos protagonistas: Lina
Leandersson y Kare Hedebrant.
Adapta
la novela sobre vampiros de John Ajvide Lindqvist, publicada en el año 2004,
que obtuvo un gran éxito en Suecia. Es autor también de una novela sobre
Zombies “Hanteringen av odöda” (2005)
así como diversas compilaciones de relatos. Asimismo Lindqvist ha hecho guiones
para televisión.
Ésta adaptación recoge el ambiguo ambiente de la novela,
rico en matices y segundas lecturas. Algunos temas tratados son el de los malos
tratos, físicos o psicológicos (en diferentes edades), la sexualidad en
diferentes formas, el racismo, la marginalidad…etc. Que nadie espere ver
escenas bizarras rodeadas de efectistas y sangrientas situaciones, aunque al que
suscribe no le desagradan, están de más aquí. Existe un remake del año 2010 que
repite los tópicos del género cuya ausencia ha hecho que Dejame entrar sea
una película destacable. Huelga decir que resulta del todo
imprescindible un visionado en sueco, si no es así, ciertos matices de los
personajes o de las mejores escenas quedan mutilados. Lo que sigue es en parte spoiler, en este blog no se destripan
las películas, pero es necesario haberlas visto para aprovechar la lectura de
la reseña.
Fábula y
metáfora
Acostumbrados a que el cine de género repita sus
clichés una y otra vez, es bueno saber que a veces no todo estaba inventado. El
género vampírico es rico en producciones cinematográficas, pero lejanos
quedaron los días del aclamado “Drácula” de Francis Ford Coppola. Salvo por la excepción
de la inteligente y paródica serie “Buffy cazavampiros” el vampirismo ha
quedado relegado al papel de mero comparsa de modas juveniles prefabricadas,
perdiendo en el camino, todo su rico mundo simbólico y su belleza.
El género vampírico pertenece a la mitología del
mundo moderno, arraigado en los terrores profundos que se remontan atrás en el
tiempo, pero también a la fábula que nos explica mediante metáforas ricas en
asociaciones libres todos aquellos aspectos que parecen ocultos en las sociedades
humanas y que están, aunque no se vean. Ese es ni más ni menos, el acierto
tanto de la novela como de la película: recuperar un género que sirve como
catalizador y agente de reflexión apelando a nuestra parte más irracional. Y lo
consigue con una factura impecable y con dos actores jóvenes que asombran por
su gran nivel de actuación.
El
vampiro como imagen de lo marginal
Eli esconde secretos muy oscuros, tanto del presente
como del pasado, Eli tiene hambre, pero no va a delatarse actuando precipitadamente,
posee un aspecto frágil pero aparte de que nunca sabremos su verdadera edad, su
forma de vida exige la marginalidad. Se suceden los crímenes, es la
única forma de conseguir alimento. Imposible establecerse en un lugar concreto,
menos aún socializar con la gente de los alrededores. Algo clásico del género
como es el sirviente del vampiro aquí se transforma en la presencia de una
extraña relación en el límite de lo moral, en base a lo ambiguo de la
naturaleza descrita, donde no falta la alusión a una posible pedofilia así como
a la hibridación y la androginia. Sutil imagen que vislumbra la oscuridad que
rodea a la niña-vampiro y su acompañante, obligados a permanecer juntos, comunicándose
por medio de miradas-elipsis que dejan actuar a la imaginación del espectador.
Una niña que se ve obligada a ocultarse, que no se relaciona con la gente, que
vive como un fantasma, en realidad no existe, sobrevive de modo que el paso del
tiempo le obliga a emplear estrategias perversas envueltas en un halo de
inocencia. Impagable la escena en la que reprocha a su sirviente que haya
fallado en su misión, por si a alguien le quedaba alguna duda, con solo
escuchar su voz intuimos que su apariencia esconde un horror tan
siniestro como natural.
Oskar,
lo marginal y lo violento
No es ningún secreto que Déjame entrar abarca
el tema de los malos tratos. Sobre todo el del acoso escolar, el llamado Bullyng. Oskar es u niño sensible e inteligente que colecciona
documentación sobre todo tipo de crímenes: con ello hace cotidiana la
violencia, entendiendo que es algo normal, algo que es posible combatir
mediante su posesión, a modo de autodefensa. Un deseo de seguridad que sin
embargo coquetea con el origen de sus males. Liberación y catarsis frente al
miedo y la impotencia mediante fantasías obsesivas que acuden en ayuda del ego
herido. Oskar se refugia en ellas para sentirse seguro, pero cimenta así la
semilla de una rabia interior que llegará a estallar de manera imprevisible e
irracional.
La
soledad de dos espíritus afines
La llegada de Eli lo transformará todo. Se sucede
entonces uno de los romances más singulares de la historia del cine en el que
Oskar irá aprendiendo a aceptar el mundo de la niña-vampiro-marginal a la vez
que se acepta y se entiende a sí mismo. Claro está, se trata de una atracción
mórbida, a veces dulce, a veces perversa, pero siempre sincera. Llegados al
punto de que si bien Oskar debe asimilar la naturaleza criminal de la chica, al
menos entiende que ella no puede tener otra forma de existencia,
mientras que él deseaba el uso de la violencia como venganza. Antes hay que
aclarar una cosa ya conocida: Déjame entrar es también un juego de
palabras que se repite a lo largo de la película basado en una fábula nórdica:
los vampiros no pueden entrar en una casa sin ser invitados, lo que ya es signo
de que quien acepta el mal es porque lo desea o es engañado. Desde luego Oskar
no es consciente de su situación, al menos de lo que será su situación futura.
Eso es dejado a la imaginación del espectador a
modo de epílogo, un poco después de que suceda uno de los finales más
apoteósicos que he tenido la oportunidad de ver un mucho, mucho tiempo. Pero
esa escena no la voy a desvelar.
Trailer:
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