lunes, 9 de julio de 2012



Déjame Entrar, el drama y el silencio



Sinopsis

Parte de la reseña está sacada de aquí:


Oskar vive en Estocolmo y sufre malos tratos por parte de unos compañeros de colegio. Es un chico retraído que secretamente sueña con vengarse y se refugia en morbosas y solitarias aficiones hasta que un día conoce a Eli, una extraña chica con la que entabla una curiosa amistad, de la que nace una mutua confianza por afrontar el día a día. Sin embargo, unos misteriosos asesinatos comienzan a sucederse en los alrededores y el miedo comienza a enrarecer la insípida vida de la ciudad.



Cartel original                                                                                     Cartel de Jeanbomn 


 
                                                                            
                                                                                                                                                                                                                                   


Comentario

Dirigida por Tomas Alfredson, la película fue galardonada con diversos premios, entre ellos el de mejor guión adaptado del Festival Cinematográfico de Tribeca (2008), también el mismo año el Méliès de Oro de la Federación de Festivales de Cine Fantástico Europeo a la mejor película fantástica, o el premio de la crítica Rotten Tomatoes. Ello es debido a la belleza plástica del film, que parece querer continuar la tradición del mejor cine sueco, pero también al magnífico papel realizado por los dos chicos protagonistas: Lina Leandersson y Kare Hedebrant.

Adapta la novela sobre vampiros de John Ajvide Lindqvist, publicada en el año 2004, que obtuvo un gran éxito en Suecia. Es autor también de una novela sobre Zombies “Hanteringen av odöda” (2005) así como diversas compilaciones de relatos. Asimismo Lindqvist ha hecho guiones para televisión.
Ésta adaptación recoge el ambiguo ambiente de la novela, rico en matices y segundas lecturas. Algunos temas tratados son el de los malos tratos, físicos o psicológicos (en diferentes edades), la sexualidad en diferentes formas, el racismo, la marginalidad…etc. Que nadie espere ver escenas bizarras rodeadas de efectistas y sangrientas situaciones, aunque al que suscribe no le desagradan, están de más aquí. Existe un remake del año 2010 que repite los tópicos del género cuya ausencia ha hecho que Dejame entrar sea una película destacable. Huelga decir que resulta del todo imprescindible un visionado en sueco, si no es así, ciertos matices de los personajes o de las mejores escenas quedan mutilados. Lo que sigue es en parte spoiler, en este blog no se destripan las películas, pero es necesario haberlas visto para aprovechar la lectura de la reseña.






 
Fábula y metáfora

Acostumbrados a que el cine de género repita sus clichés una y otra vez, es bueno saber que a veces no todo estaba inventado. El género vampírico es rico en producciones cinematográficas, pero lejanos quedaron los días del aclamado “Drácula” de Francis Ford Coppola. Salvo por la excepción de la inteligente y paródica serie “Buffy cazavampiros” el vampirismo ha quedado relegado al papel de mero comparsa de modas juveniles prefabricadas, perdiendo en el camino, todo su rico mundo simbólico y su belleza.

El género vampírico pertenece a la mitología del mundo moderno, arraigado en los terrores profundos que se remontan atrás en el tiempo, pero también a la fábula que nos explica mediante metáforas ricas en asociaciones libres todos aquellos aspectos que parecen ocultos en las sociedades humanas y que están, aunque no se vean. Ese es ni más ni menos, el acierto tanto de la novela como de la película: recuperar un género que sirve como catalizador y agente de reflexión apelando a nuestra parte más irracional. Y lo consigue con una factura impecable y con dos actores jóvenes que asombran por su gran nivel de actuación. 



El vampiro como imagen de lo marginal


Eli esconde secretos muy oscuros, tanto del presente como del pasado, Eli tiene hambre, pero no va a delatarse actuando precipitadamente, posee un aspecto frágil pero aparte de que nunca sabremos su verdadera edad, su forma de vida exige la marginalidad. Se suceden los crímenes, es la única forma de conseguir alimento. Imposible establecerse en un lugar concreto, menos aún socializar con la gente de los alrededores. Algo clásico del género como es el sirviente del vampiro aquí se transforma en la presencia de una extraña relación en el límite de lo moral, en base a lo ambiguo de la naturaleza descrita, donde no falta la alusión a una posible pedofilia así como a la hibridación y la androginia. Sutil imagen que vislumbra la oscuridad que rodea a la niña-vampiro y su acompañante, obligados a permanecer juntos, comunicándose por medio de miradas-elipsis que dejan actuar a la imaginación del espectador. Una niña que se ve obligada a ocultarse, que no se relaciona con la gente, que vive como un fantasma, en realidad no existe, sobrevive de modo que el paso del tiempo le obliga a emplear estrategias perversas envueltas en un halo de inocencia. Impagable la escena en la que reprocha a su sirviente que haya fallado en su misión, por si a alguien le quedaba alguna duda, con solo escuchar su voz intuimos que su apariencia esconde un horror tan siniestro como natural. 






Oskar, lo marginal y lo violento

No es ningún secreto que Déjame entrar abarca el tema de los malos tratos. Sobre todo el del acoso escolar, el llamado Bullyng.  Oskar es u niño sensible e inteligente que colecciona documentación sobre todo tipo de crímenes: con ello hace cotidiana la violencia, entendiendo que es algo normal, algo que es posible combatir mediante su posesión, a modo de autodefensa. Un deseo de seguridad que sin embargo coquetea con el origen de sus males. Liberación y catarsis frente al miedo y la impotencia mediante fantasías obsesivas que acuden en ayuda del ego herido. Oskar se refugia en ellas para sentirse seguro, pero cimenta así la semilla de una rabia interior que llegará a estallar de manera imprevisible e irracional. 






La soledad de dos espíritus afines

La llegada de Eli lo transformará todo. Se sucede entonces uno de los romances más singulares de la historia del cine en el que Oskar irá aprendiendo a aceptar el mundo de la niña-vampiro-marginal a la vez que se acepta y se entiende a sí mismo. Claro está, se trata de una atracción mórbida, a veces dulce, a veces perversa, pero siempre sincera. Llegados al punto de que si bien Oskar debe asimilar la naturaleza criminal de la chica, al menos entiende que ella no puede tener otra forma de existencia, mientras que él deseaba el uso de la violencia como venganza. Antes hay que aclarar una cosa ya conocida: Déjame entrar es también un juego de palabras que se repite a lo largo de la película basado en una fábula nórdica: los vampiros no pueden entrar en una casa sin ser invitados, lo que ya es signo de que quien acepta el mal es porque lo desea o es engañado. Desde luego Oskar no es consciente de su situación, al menos de lo que será su situación futura.
Eso es dejado a la imaginación del espectador a modo de epílogo, un poco después de que suceda uno de los finales más apoteósicos que he tenido la oportunidad de ver un mucho, mucho tiempo. Pero esa escena no la voy a desvelar.





Trailer:





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